«Hasta hace no mucho tiempo atrás, Chile se situaba entre los países modelo de toda América Latina. Un país que era ejemplo para toda la región en asuntos macroeconómicos (PIB) y redacción de tratados de libre comercio. Dicha “fama” pareció debilitarse a partir del pasado 19 de octubre de 2019 (O-19), en el denominado “estallido social” chileno. Dicho momento no fue otra cosa que la evidenciación de un hartazgo generalizado y acumulado de un modelo social y económico por parte de las mayorías sociales del país. Un modelo que fue foco de abundante crítica social, sobre todo por el dañino efecto que causó en las generaciones que vivieron el proceso de Transición a la democracia en Chile (1988-1990), así como en los que nacieron a partir de dicho evento. Las masivas y transversales movilizaciones sociales que pusieron en vilo al gobierno de Sebastián Piñera desde entonces, tanto a un nivel nacional como global, reclamaban “No más AFP”, educación gratuita y de calidad, sanidad pública y universal, entre otras cosas muchas demandas. Podríamos decir que el estallido social de O-19 puso en el centro del debate diversas inquietudes, quejas, sufrimientos y reclamos en un mismo escenario común. Es decir, se empezó a hablar colectivamente de los principales problemas del modelo social y económico que se construye como consecuencia de un proceso de neoliberalización paulatina que viajó de lo político y económico a lo social y a lo cultural.» […]