El estallido social iniciado en Chile el 18 de octubre de 2019, principalmente por estudiantes, a raíz del alza del pasaje del Metro de Santiago, fue el detonante de la protesta por un descontento generalizado, contenido por años, que necesitaba solo un estímulo para desatarse. Por eso las movilizaciones no cesan, suman millones de personas, y han puesto en tensión a todos los estamentos de la sociedad chilena. Un proceso que, visto con una dosis de optimismo y fe en la capacidad de los chilenos de finalmente ponerse de acuerdo, ya demostrada en anteriores ocasiones, podría conducir a una nueva convivencia basada en la solidaridad y no en la violencia.