Ante los grandes desequilibrios y contradicciones que trajo consigo la globalización, ha cobrado fuerza, en diversos países y bajo propuestas disímbolas, la necesidad de contar con un nuevo contrato social. Las señales de alarma frente a la frágil sostenibilidad de un modelo neoliberal que se olvidó del bienestar, crecieron y se reprodujeron con caótica rapidez. Generaron temor y desconfianza, sobre todo entre los jóvenes, y se consolidó un partido sin estatuto, pero con gran fuerza social: el partido de los inconformes. En él se cohesionaron todas y todos aquellos que se sintieron víctimas de la desigualdad. Razones no les faltaron. […]